Actitud del aprendiz: Un catalizador para la cultura regenerativa

En una sociedad de expertos, donde el “no saber» parece inaceptable y, por el contrario, se elogia a quienes parecen saberlo todo o, como dice el refrán popular, “la que no sabe se la inventa», resulta difícil admitir cuando desconocemos algo y con ello, renunciamos a la hermosa posibilidad de abrazar las preguntas y adquirir nuevos conocimientos, habilidades y experiencias.

Las preguntas a menudo se perciben como estados que deben ser transitados rápidamente para llegar a respuestas definitivas. Sin embargo, en realidad, atravesar un proceso de indagación consciente, e incluso disfrutarlo, es fundamental para el aprendizaje y la exploración no sólo de nuevas habilidades, sino también de nuevas respuestas. Este proceso requiere de vulnerabilidad, para reconocer cuánto desconocemos, valentía para cuestionar ese conocimiento y curiosidad para estar abiertos a recibir y experimentar con nuevas formas y respuestas.

Definirnos a nosotros mismos como aprendices de la vida, nos permite ver con humildad la parte que representamos en el todo y aprender mejores formas de transitar este camino como individuos, en sociedad y, sobre todo, como seres de este planeta.

En su libro “Diseñando Culturas Regenerativas” Daniel Wahl plantea la necesidad de adoptar nuevos modelos regenerativos frente a la degradación ecológica y social causada por el modelo económico que hemos priorizado y sostenido durante décadas hasta hoy.

Esta adopción, requiere que repensemos nuestras acciones de manera que contemplen y respondan a las necesidades del ecosistema del cual, no debemos olvidar, somos parte. Pero ¿contamos como individuos y como sociedad con las habilidades necesarias para enfrentar el cambio y la incertidumbre? ¿Hemos considerado cuáles son esas habilidades que debemos estar desarrollando o buscando? Reconocer que aún tenemos mucho por aprender y que no podemos responder a los desafíos ambientales, sociales e incluso económicos con los mismos esquemas mentales, las mismas acciones y bajo los mismos modelos que nos han llevado al estado de alerta y amenaza en el que nos encontramos hoy.

Te traemos tres acciones poderosas que, con la práctica individual y colectiva, pronto serán parte de tus destrezas y el desarrollo que necesitamos.

1.Vivir las preguntas.

Daniel Wahl explica que vivir las preguntas promueve una sabiduría colectiva y nos sitúa en un estado creativo, de aprendizaje colectivo y profundo que dará forma y claridad a acciones con propósito. El peligro de no cuestionarnos las preguntas correctas es que podríamos ser fácilmente confundidos por la abundante “oferta” de soluciones o respuestas a problemas que ni siquiera existen en primer lugar. Estas “soluciones”, ante un proceso inconsciente que se niega o evita entender y cuestionar el problema real, se convierten en otro problema más a abordar.

Como bien decía Peter Drucker, «Nada es más inútil que dar la respuesta correcta a una pregunta equivocada.»

2.Pensamiento sistémico: abordar la complejidad con acciones colectivas.

Un sistema complejo como el planeta requiere un enfoque holístico y humilde para comprender y experimentar sus formas de funcionamiento y dinámicas. Como un conjunto de pequeñas partes que forman un todo.

Kirsten Dunlop, CEO de la comunidad innovadora Climate KIC, sostiene que «la complejidad del sistema es una característica, no un problema». Esta tarea de hacerle frente a la complejidad del sistema, demanda de nosotros una participación apropiada que no solo busque sostener la vida, sino mejorarla. La complejidad nos hace entender que somos parte de algo mayor y que el bienestar que buscamos no puede ser el individual, sino colectivo.

Entender y sentir que estamos conectados ecológica y funcionalmente con el ecosistema, hace parte del pensamiento sistémico, que nos permite identificar las áreas de transición de conocimiento como oportunidades para abordar el pensamiento holístico y lateral.

3.Nuevas narrativas: La forma en que nos contamos la historia importa.

Según Vicent Avanzi, “cambiar las palabras es cambiar el mundo”. Las palabras correctamente utilizadas se convierten en acciones reparadoras. La antigua narrativa de separación, escasez y competencia debe ser reemplazada por una narrativa en la que reconocemos que formamos parte de un deseo colectivo de prosperar y florecer en un futuro abundante y que esta abundancia, sucede en medio de la colaboración.

Para concluir, comparto con ustedes la emoción de vivir las preguntas y no correr el riesgo de sofocar la creatividad, la capacidad de adaptación y la innovación que transforma, como advierte Daniel Wahl. Les dejo tres de sus muchas preguntas brillantes que me siguen acompañando después de mucho tiempo. Espero que les inquiete de formas maravillosas, así como lo han hecho conmigo:

  • ¿Qué estamos tratando de sostener*?
  • ¿Por qué merecemos ser sostenidos?
  • ¿Cómo pertenecemos? ¿Cómo hacemos parte de este planeta?

Como aprendices, no dejemos de observar, experimentar, escuchar, practicar y, por supuesto, indagar para contribuir aprendizajes accionables al presente y componer una nueva historia sobre el futuro que compartiremos.

¡Hay tanto que aprender de la naturaleza!

*Planteada desde el concepto de la sostenibilidad, visto como la capacidad de sostener.

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